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Verónica ha sido víctima de la violencia machista

Las mujeres calladitas estamos más guapas. Las mujeres, mejor prudentes, recatadas, dóciles, silenciosas, pausadas. Sin sexo, sin deseo, sin erótica, sin placer. Sujetos pasivos en las prácticas sexuales, sujetos sin derecho a sentir.

Verónica se ha suicidado y no va a contar como víctima de la violencia machista. Un vídeo suyo de hace algunos años, se ha ido pasando de teléfono en teléfono móvil (y eso sí que es delito reconocido por el Código Penal); y el problema es que en este vídeo tenía contenido sexual. De ella con ella misma.

Sus compañeros de trabajo rumoreaban, se lo pasaban, comentaban. Y ella, siguiendo las obligaciones sociales y patriarcales, sintió vergüenza. Por su marido, por su familia. Por los demás.

En una situación parecida a la de Verónica, hay mujeres adolescentes y jóvenes sufriendo porque o se ha destapado su intimidad con material audiovisual, o se ha corrido la voz de su libertad sexual. “Guarras”, “putas”, “busconas”, “fáciles”, “zorras”. Si les preguntas a chavales y chavales de instituto qué significan estas palabras y para qué realidades las usan, podrás comprobar que todo esto sigue siendo una realidad.

Desde hace demasiado tiempo, el Consejo de la Juventud de Extremadura, como los movimientos feministas, venimos reclamando con urgencia que la igualdad de género esté presente en las aulas, como asignatura y como valor. Tarea ardua, tarea difícil, casi imposible, si tenemos en cuenta que el maestras, maestros y profesorados siguen sin recibir una formación sólida y suficiente ni en género, ni en feminismo, ni en sexualidad, ni en afectividad.

Y somos reivindicadoras, como institución que representa a la juventud, de una igualdad de género en las aulas, porque estamos convencidas de que al final, el sistema educativo es el reflejo de la sociedad y, por consiguiente, el sistema educativo o, lo que es lo mismo, colegios, institutos y universidades, siguen siendo misoginia, patriarcado, machismo y opresión de las mujeres.

A las mujeres desde niñas nos han enseñado a avergonzarnos de nuestra sexualidad, tanto a las prácticas con nosotras mismas como con otras personas; y esto es lo que venimos reclamando: que si desde niñas no se nos educa para poder hacer las mismas cosas que los niños, que si desde niñas se nos arrebata el hecho de vernos con el derecho de poder disfrutar de nuestra sociedad, creceremos con miedo y con vergüenza en caso de que así sea.

Así es como hemos aprendido que somos: si decimos que no, demasiado difíciles, si hacemos lo que nos apetece, fáciles, como si de objetos se tratase. En torno a esto, otra reflexión: Tiene más peso el hecho de que haya un hombre a nuestro lado (sería nuestro dueño, o un “ya está cogida”) a nuestro no: no quiero, no me apetece, no me gustas. En una discoteca, en la calle… ¿Dónde quedamos nosotras, nuestras decisiones, nuestros gustos, nuestra opinión?

Lo mismo a la inversa: si a los hombres desde niños se les da el derecho de abusarnos; de atacarnos, de obligarnos y de denigrarnos, tales comportamientos, machistas y misóginos que nos ningunean y nos denigran, no van a desaparecer con una charla sobre feminismos en último año de instituto, no.

Queremos acabar esta nota visibilizando la sexualidad de las mujeres, visibilizando la necesidad de una educación sexual feminista urgente. En la que la mujer no sea objeto sino sujeto, con derecho a una sexualidad saludable, con derecho a conocer su propio cuerpo, con derecho a vivir y a expresarse.

Mientras que esto no pase… ni los Comités de Empresa, ni los grupos de trabajo, ni escuelas, ni universidades, lograrán interiorizar la igualdad de género de forma real.

Y, mientras tanto, seguiremos reclamando el ámbito de la sexualidad como esfera a la que las políticas públicas han de llegar. Urgentemente. Ya. Porque como decía Kate Millet, “Lo personal es político” y ni Verónica ha perdido la vida por un asunto privado aislado de la sociedad, ni podemos seguir pensando que lo que ha fallado es su sentimiento de culpabilidad.

Por: Olga Tostado Calvo.